Unas de las inquietudes que nos impulsan para avanzar en la consolidación de canales de comercialización de nuestros productos, son las condiciones bajo las cuales son producidos. En ese sentido es importante mencionar que las comunidades indígenas que habitamos la Sierra Nevada de Santa Marta, guardamos un legado, un acervo de conocimientos sobre la producción de alimentos que generación en generación se va heredando.
Este acúmulo de identidad tradicional sobre la forma de cultivar la tierra, es holístico, respetuoso, responsable, adaptado a las condiciones locales, no sólo ambientales, sino también culturales y tradicionales, por ende, el resultado de esta forma de cultivar no sólo son productos orgánicos, si no que superan cualquier categoría de certificación disponible al día de hoy. Si existiera esta certificación, entonces ¿quién es idóneo para legitimar lo que se hace por tradición y herencia ancestral?
Nuestros deseos, también están relacionados con la creación de puentes de conocimientos a fin de afianzar relaciones de paz y construcción intercultural.
“Dice la ley de origen Arhuaca, que para producir alimentos, los cultivos deben sembrarse según las fases de la luna y cuidarse todos los días preferiblemente antes del desayuno. Antes de cosechar, todos los frutos reciben un ritual de bautizo, que se hace como agradecimiento a la tierra, para que alimente no sólo el cuerpo, sino también el espíritu”