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Estigma de la hoja de coca

Estas son dos de las historias que se pueden contar alrededor de la hoja de coca, la de árbol sagrado para los pueblos ancestrales y la de hojas de sangre para otras culturas.

La planta de coca (Erythroxylum coca) es un árbol místico en las culturas indígenas desde épocas inmemorables. Su cultivo se da esencialmente para uso en rituales espirituales, sembrándola alrededor de una “Kankurwa” que es una casa sagrada o en lugares de gran carga energética donde se realizan pagamentos. Asimismo, con fines medicinales gracias a sus amplias propiedades y para el ritual del poporo, es decir se cultiva para consumo. Lo anterior define y defiende su carácter sagrado.

El proceso de cultivo y  siembra trae un conocimiento milenario que ha sido transmitido por generaciones, para algunos puede ser sencillo colocar una semilla en la tierra, pero más allá, cada acción está estipulada por el orden espiritual. Primero un ritual de agradecimiento a la madre tierra en el momento de la siembra, y otro, para su cosecha, cuidado permanente antes del amanecer, y su recolección hecha por las manos trabajadoras de las mujeres, para ser tostado en piedras sagradas.

Para el pueblo Arhuaco, la planta de Ayu (nombre tradicional Arhuaco) se encuentra presente durante toda la vida, especialmente en los hombres. Al nacer, los abuelos dan la bienvenida al mundo, empleando las hojas como material del ritual. Los hombres, al cumplir los 18 años, reciben un permiso espiritual para masticar la hoja y hacer uso del poporo, este, se da como una manera simbólica de recibir mayores responsabilidades en la vida y como una importante manifestación de la cultura pues el acto de “poporear” se relaciona directamente con la reflexión.

Por otro lado y debido a los usos inadecuados que le ha dado la población No indígena, se ha acentuado el deterioro de los ecosistemas de la Sierra Nevada de Santa Marta y la tala de sus bosques, hasta 1.200 hectáreas se reportaron para el año 2004 al interior de este territorio sagrado. Además de la deforestación, desplazamiento, conflictos socioambientales, enfrentó a una de las regiones con alto grado de endemismos de Colombia, a fumigaciones con herbicidas como el glifosato, con todas las consecuencias ambientales y de salud pública que esto ha implicado. Todo esto ha generado pérdidas ambientales irreparables y daños a la salud de las comunidades indígenas, que han sido silenciados, encubiertos y ocultados de la luz pública. No fue hasta el 2013 a través de un fallo del Consejo de Estado el gobierno nacional suspendió las fumigaciones como principio de Precaución frente a la aspersión de glifosato en los Parques Naturales.

Estas historias deben narrarse y conocerse, unas para que trasciendan los estigmas y resignifiquen concepciones y otras para que no se siga perpetuando de manera sistemática, esas formas silenciosas de acabar con tradiciones milenarias.