La economía indígena ha estado relegada por décadas a pequeñas actividades de trueques DESIGUALES de sus artesanías y en el mejor de los casos la comercialización local de algunos productos agrícolas. Los imaginarios coloniales que por década han encasillado a las comunidades en figuras de servidumbre persisten en la actualidad perpetuando el racismo estructural. No es coincidencia que los territorios indígenas estén siempre alejados de los centros poblados, ha sido una respuesta a la represión el huir al interior de la selva para sobrevivir.
No obstante, las comunidades indígenas se han organizado políticamente, para visibilizar sus realidades y exigir sus derechos. Así mismo, en respeto y armonía con su cosmovisión han intentado dinamizar la economía de sus territorios. Los productos agrícolas, cultivados y cosechados bajo practicas ancestrales de cultivo, tienen per se un valor agregado al ser desarrollados bajo equilibrio ambiental y social, siendo esta su única forma de vida, no una moda de marca.
En esta búsqueda de nuevas realidades, a los pueblos han llegado los proyectos productivos auspiciados por el gobierno Nacional y organizaciones privadas, los cuales suponen un avance para el cambio de estas dinámicas y de la calidad de vida de los participantes. Sin embargo, es frecuente observar que la intervención realizada es ineficaz siempre que NO se creen canales de venta directos de entre las comunidades y el consumidor final de sus productos, lo cual implica a un tercero conocido como intermediario que tiene el control de precios y ganancias. Esto mismo ocurre con los productos de artesanías. Existen organizaciones indígenas dedicadas a la organización del proceso internamente, pero hay un tercero que crea los canales.
En la actualidad existen unos ejemplos claros de organizaciones indígenas que han logrado generar canales directos de ventas. Esto ha abierto nuevas puertas y nuevas realidades para la economía indígena. Es un camino reciente. Que brinda nuevas esperanzas para los pueblos.
Despensa de la Sierra, es una de estas empresas, de integrantes indígenas, con canales directos de venta, con apoyo directo en la comunidad. En este camino sin embargo hemos descubierto muchos hincapiés que vienen desde el desconocimiento de los consumidores finales del trabajo ligado a una prenda como una mochila y el precio justo que debería recibir una mujer que dedica dos y tres meses más de 8 horas diarias de tejido. Pero, no es solo esto, existen otras organizaciones que nos exigen unos sellos verdes, solicitados por personas que no han plantado un árbol. Son las contradicciones de esta sociedad. Seguimos en este camino y esperamos que los canales cada día lleguen de forma directa a mas personas.